Hace mucho tiempo que tengo esta tarta en la cabeza. Pero sólo hay un mes en el año en el que es posible hacerla. Es el mes de febrero, un mes oscuro y frío en el que surge solitaria la magnolia de su tronco fuerte, leñoso. Su madera es duradera, hermosa y fácil de trabajar.
El árbol de la magnolia aparenta solidez y firmeza, pero guarda en su interior una parte delicada y bella; y es así como año tras año nos sorprende pintando de color rosa y crema los últimos días del invierno.
Hay personas que son como las magnolias, con convicciones sólidas de las que brotan sin remedio sentimientos frágiles, que no temen dar el primer paso, que igual que pierden la flor la vuelven a recuperar, siempre igual de bonita, llamativa y grande. Y así es como año tras año el tronco se va haciendo más ancho y las raíces más profundas.
La flor de la magnolia es mi flor predilecta. Es una flor temprana, preludio de la primavera.
Los tonos de las magnolias varían según las especies. Las que más me gustan tienen suaves matices en rosa y una gran tamaño en forma de cáliz. Mi idea era recrear esos tonos y la dulzura de esa planta en una bonita tarta.
La base es un bizcocho normal y la crema que la recubre es de mantequilla, azúcar y queso crema con aroma de vainilla.
Ingredientes:
– 4 huevos.
– 8 cucharadas de azúcar.
– 6 cucharadas de harina especial Bizcochos de Santa Rita.
– 1 cucharada de levadura química.
Para la crema:
– 300 g de azúcar glas.
– 80 g de mantequilla punto pomada.
– 80 g de queso crema.
– Colorante rosa Wilton.
Preparación: Separamos las claras de las yemas y las montamos a punto de nieve, añadimos el azúcar y luego las yemas con movimientos suaves y envolventes para que no se baje la masa. Añadimos en varias veces la harina y vamos removiendo sin olvidar incorporar la levadura.
Horneamos durante 45 min a 180 º, sacamos el bizcocho y lo dejamos enfriar. Preparamos la crema batiendo todos los ingredientes hasta que esté fina y homogénea. Apartamos un par de cucharadas en un pequeño bol y las tintamos de rosa (basta con muy muy poco para que tome el color).
Dividimos la tarta en dos partes, la rellenamos con la crema, la cerramos y la recubrimos por fuera. Primero con una fina capa para que las migas del bizcocho queden atrapadas. La introducimos en la nevera y al cabo de unos veinte minutos la sacamos y aplicamos la capa definitiva sobre la anterior que habrá quedado fija, con una cantidad más generosa.
A continuación damos unas pinceladas de la crema rosa, con ayuda de la espátula, para obtener el color crema y rosa degradado dejando que se mezcle ligeramente con los trazos de la capa de abajo. Finalmente la decoramos con magnolias pinchadas a la tarta con palillos para que no se muevan.
Las magnolias las pondremos en el último momento, junto antes de servir la tarta. Hasta entonces conviene que se conserven en un vaso con agua para que sigan frescas.
Una tarta muy especial que sin duda augura…… que lo mejor está por llegar!