Cuando regreso a casa tras las vacaciones siempre tengo la misma extraña sensación. Una sensación que parece del todo incompatible con el entusiasmo con el que partí semanas antes. “El confort en su máxima expresión”. La casa de uno mismo resulta ser siempre un hotel de seis estrellas.
El mejor lugar para estar, pese todo lo que nos aguarda afuera; otros paisajes, otros sonidos, culturas, sabores y olores… La mirada de asombro, casi infantil, ante todo lo nuevo, hace que el tiempo sufra un proceso de dilatación casi irreal que nos hace creer que las horas y los días que han transcurrido desde nuestra partida son muchos más.
Es un fenómeno conocido y contrastado; el cerebro tiende a omitir la información que ya conoce y por eso, por contra, con la rutina los días se pasan volando… o al menos eso nos parece. Y también por eso a medida que crecemos tenemos la sensación de que todo va más rápido. La percepción del paso del tiempo es relativa.
Igual que la percepción de nuestra casa, de nuestro hogar, del lugar en que nos despertamos en el día a día. Es bien diferente la víspera de partir, y el día del regreso.
Cuando vuelvo a casa, decía, me siento feliz de llegar. Y tiendo a repetir durante algún tiempo, los patrones en con los que me he sentido bien en mi estancia fuera, como los desayunos especiales.
Llegué de La Costa Brava, que me encanta, enamorada de los panes con aceite… y con la necesidad de recrear en casa el pan de cristal que una y otra vez, aquí y allá, me iba encontrando acompañando cenas ligeras e informales.
Recordé que tenía en casa un maravilloso aceite de Cal Saboi pendiente de estrenar, y en un formato que me encajaba perfectamente para seguir recreando escenas de vacaciones sobre el mantel de mi propia mesa. Un formato mini, como el de los hoteles y restaurantes. Ideal.
Y tratando de preparar un desayuno digno de mi hotel de seis estrellas, acudí rapidamente en busca de mi cajita de oro comestible de Orogourmet; el idóneo para aportar un toque especial a mi aceite delicioso mientras recordaba las tardes al sol, y el olor de los pinos del Alto Ampurdán.
Siempre he defendido la idea de que la casa de uno es también un restaurante de seis estrellas, o mejor de seis tenedores, concepto presente en este blog; en su cabecera, y que con ilusión e imaginación se puede disfrutar mucho en la casa de uno mismo. Eso sí…. de vez en cuando, conviene hacer incursiones en las casas, o restaurantes, de otros para encontrar inspiración.
El pan de cristal, o pan de vidre, tiene una corteza fina y crujiente, su miga es muy ligera ya que presenta la característica de contar con grandes alveolos, o sea agujeros. Por este motivo podemos encontrar panes de cristal casi transparentes.
Nos encontramos ante mi primer pan de vidre, así que os daré la receta en la que me basé y añadiré unos consejos para conseguir el pan de cristal auténtico, ya que para mi gusto, no llegué a conseguir los alveolos suficientemente grandes. Sin embargo y tras la experiencia, y la repetición en posteriores ocasiones creo haber encontrado la clave.
Ingredientes:
– 200 cc de agua templada.
– 350 g de harina normal.
-15 g de levadura fresca.
– sal
Preparación:
En Thermomix, vertemos 200 cc de agua templada en el vaso, 150 g de harina y una pizca de sal y programamos 5 min, 100º vel 2. A continuación añadimos 100 cc de agua fría (yo la tenía en un bol con hielo) y mezclamos en vel 2 hasta que se integre. Esperamos unos diez minutos para que la harina se hidrate
Cuando el vaso haya tomado la temperatura de 37º añadimos una cucharada de yogurt natural, medio cubito de levadura de 25 g y mezclamos en vel 3.
Por el momento lo vamos a dejar reposar tapado en el mismo vaso durante unos 50 minutos.
Nuevamente añadimos más harina, unos 100 g. y la mezclamos hasta integrarla en vel 2. y de nuevo la dejamos reposar una media hora. Tras ese tiempo, volvemos a añadir otros 100 g de harina.
El hecho de añadir la harina poco a poco es lo que hace que se vayan formando diferentes capas de masa que luego ayudarán a formar los alveolos. El reposo ha de hacerse siempre manteniendo la masa en un lugar templado y sin corrientes. En la misma thermomix y tapada con un paño, por ejemplo.
Una vez transcurrido ese tiempo, preparamos una bandeja con papel sulfurizado haciendo pliegues para que quede acanalado y pueda contener la masa de pan que es bastante líquida.
Consejo: colocad la masa en la bandeja templada, yo lo hice con ella fría y creo que no conseguí que levara lo conveniente. Es podeís hacerlo manteniendo el horno a 50 g y sacando poco antes la bandeja de su interior.
Aplastad ligeramente las burbujas de la masa con una cuchara y extenderla sobre el papel. Os tiene que quedar así:
Dejadla reposar hasta que doble su volumen. Puede tardar otra media hora. Eso sí, tapad la masa. Yo no lo hice porque al ser tan húmeda, no sabía como proceder para que el paño que habitualmente coloco no se pegara a la masa.
Consejo: simplemente colocar la otra bandeja que llevan los hornos invertida sobre la primera. Así la tapará pero sin tocar la masa.
Precalentamos el horno a 250 º y horneamos el pan durante 10/15 minutos depende de cada horno.
Consejo: pulverizad la superficie del pan con algo de agua, muy ligeramente justo antes de hornear. Esa humedad ayuda a que el pan leve sin que se tope con una superficie seca que le impida expandirse de forma adecuada y a que quede crujiente por fuera, de esta forma los azúcares ascienden a la superficie del pan y es como se consigue ese tono acaramelado de la corteza.
Y éste es el resultado….. con menos alveolos o más pequeños de los ideales, pero con los consejos que os doy, y que en esta ocasión no me apliqué, la cosa debería mejorar muy mucho.
Y éste es…. mi desayuno deluxe!… pan de cristal con aove y copos de oro comestible, tomado una café o un té y escuchando esta canción, mi preferida desde hace 17 años. No recuerdo el día, pero sí el momento en que la oí por primera vez. Y desde entonces no ha habido otra que me gustara más.
Y desde entonces, también, he procurado siempre desayunar con la misma persona… salvo que se encuentre de viaje en algún lugar del mundo, como hoy, que experimenta seguro la sensación de la relatividad del tiempo en la ciudad de Nueva York; aunque no creo que haya tomado su desayuno en frente de Tifanny’s, lugar donde pienso hacerlo dentro unas semanas, de pie, ante su escaparate, con un croissant en la mano mientras contemplo la belleza de las prohibitivas joyas de la vitrina…. de cristal.
Hay algo en común entre Audrey y yo, además ese desayuno con diamantes y la canción de moon river. Ella siempre fue fiel también a sus bailarinas….