Este domingo viví una tarde verdaderamente intensa. Se me ocurrió la ingenua idea de convocar a unas amigas de Marta a hacer cupcakes. Me parecía en súper plan! Y Marta estaba encantada.
Gracias a Dios falló una, así que sólo estuvieron tres. Tres que parecían seis. Lo que en mi cocina ocurrió aquella tarde es algo que no se puede contar. Cualquier relato, aunque venga bien cargado de epítetos y exclamaciones, no haría justicia a la realidad.Empezamos preparando el frosting, puesto que tiene que enfriarse y conviene tenerlo listo desde el principio. Por supuesto nadie lo quería de su color original; el blanco, así que saqué mi cajita de colorantes Wilton y aquello fue como abrir la caja de Pandora.
Sabía que los colorantes producen efectos en niños, excitación, irritabilidad… Lo pone en el botecito. Pero lo que no dice es que éstos se empiezan a desencadenar incluso antes de abrirlo.
Se volvieron literalmente locas al ver todas las posibilidades que se abrían ante sus ojos!! Todas querían rosa, rojo, fucsia…. predecible verdad?
Les entregué tres boles y tres mangas. Preparé el frosting y lo repartí. Llegó entonces el momento colorante que recuerdo con horror.
“más intenso!” “más intenso”! El colorante tiñe una barbaridad, de hecho se aplica con la punta de un palillo y salvo que tengas un negocio de cupcakes o galletas decoradas un botecito te puede durar más de un año. Pero para ellas todo era poco.
Consiguieron engendrar un frosting radioactivo, cuyo color no creo que se encuentre en ningún Stabilo fosforito. Tal fue la cosa que los tres boles presentaban un aspecto deplorable, y tuve que tirar aquel brebaje a escondidas mientras se cocían los muffins.
Había perdido su apariencia de crema, era líquido y presentaba todos los indicios de estar incluso cortado, de tanto revolver y revolver…. cómo les gusta a los niños revolver con las cucharas!!!
A Marta, a veces, le pongo a batir un huevo con un tenedor media hora cuando quiero que me deje cocinar tranquila… y no se cansa oye!! Es algo increíble.
Tras salir bastante mal parada del asunto frosting, abordé el muffin con cierto tembleque, lo cual provocó el desastre total al resbalárseme el cacao en polvo de las manos mientras lo sujetaba subida a una silla.
En mi casa ha llovido confetti, y cosas similares, pero cacao en polvo jamás…. No os lo recomiendo. Creí que había llegado el momento de desalojar la cocina por peligro inminente.
Así que me quedé horneando sola los muffins, y fue entonces cuando mi ángel de la guarda se presentó en forma de llamada telefónica para reclamar a una de las niñas porque ya eran las 8!
Con la una se fue la otra y quedé libre, sola y extenuada. “Never again” La próxima vez hago un casting antes de organizar un tallercito de tarde.
Ingredientes para los muffins:
- 180 g de harina.
- 2 huevos.
- 100 g de mantequilla a temperatura ambiente.
- 50 g de cacao en polvo. (yo lo compro en tienda especializada de repostería)
- 200 g de azúcar.
- 1 cuchara de extracto de vainilla.
- 1 cucharadita de levadura y otra de bicarbonato.
- 180 cc de buttermilk.
- Una pizca de sal.
Preparación:
En un bol ponemos los huevos, la mantequilla derretida, la vainilla, el buttermilk, los impulsores y la sal. Batimos. Esto lo podemos hacer también con Thermomix al vel. 3 unos minutos. A continuación agregamos el resto de los ingredientes y volvemos a batir con suavidad. En Thermomix a vel 2, y con batidora a velocidad baja.
Lo colocamos en los moldes por la mitad, para que los muffins no suban en exceso y permitan la decoración. Los horneamos una media hora a 180º en el centro del horno, con calor arriba y abajo.
La receta del frosting podéis verla AQUI. Sólo tenéis que añadir un punto del color que os apetezca; si os ha gustado este acabado esté hecho con el rosa de Wilton, y la boquilla nº 22 de la misma marca.
Sé que a muchos los cupcakes les resultan algo inasumible por empalagosos, y ni siguiera se plantean probarlos. Yo no soy demasiado aficionada y puede que cuando mis niños crezcan dejéis de ver este tipo de recetas en el blog, pero quiero hacer un alegato en su favor; si el frosting es ligero y suave y el bizcocho esponjoso, no veo la diferencia con un pedazo de tarta de moka donde encontraríamos la misma crema pero repartida de otra manera.