Ese talo merece una buena chistorra como la que allí nos dieron. Por ese motivo, la noche anterior y en previsión de pasarme una semana haciendo talos en mi casa, al regreso del blog trip, me había ocupado de comprarla en un lugar de calidad excepcional; Maskarada en Lekumberri.
Llegué al hotel un tanto preocupada por la conservación de mi chistorra, pues al día siguiente las previsiones eran de un día de calor pese a estar en esos momentos a unos 9 grados. Tenía la opción de pedirle a Mª Jesús Ayestarán, del Hotel Ayestarán, que me la guardara en la nevera, pero tras de mí, tenía otros 7 bloggers y periodistas pertrechados de pancetas, jamones y todo tipo de derivados del exquisito cerdo de raza pio negro que crían en Lekumberri, y no me parecía plan.
Así que mi instinto de superviviencia, bueno el de la supervivencia de mi chistorra, me llevó a colocarla en el alfeizar de la ventana de mi habitación (por favor no os riáis). Estaba entonces tan fresquito que me pareció ideal. Me acosté contado talos en lugar de ovejitas.