Hay placeres en la vida a los que me costaría mucho renunciar.
Uno de ellos es hace fotografía, no importa cual sea el objeto; en este caso unos espaguetti recién hechos, en casa, con mis propias manos…… el otro placer del que os quería hablar.
Cocinar me gusta casi tanto como comer. Pero no me refiero a la cocina monótona, la del día a día, sino la cocina entretenida.
Amasar, inventar una salsa, jugar con maquinitas y cacharros…..
No entiendo como hay gente que puede aburrirse ….. La cocina es tan divertida!!
Imagina un día de primavera gris en donde el paseo resulta poco apetecible, no tienes libro para leer, ni nada interesante qué hacer. Puede ser un domingo, o puede ser un lunes… depende.
Si la tuvieras, “la Imperia” me refiero, o otra máquina cualquiera… la sacarías del armario y sería tu planazo!
El otro día hice espaguetti; aceite, harina y huevo… no se necesita más. Sonaba mi música preferida en Spotify, de fondo acompañaba el viento que golpeaba de tanto en tanto la persiana y tenía un par de horas libres maravillosas, solo para mí.
AQUI podéis ver el resultado…. con una salsa rapidísima pero deliciosa y muy especial, ideal para ofrecer a nuestros invitados o ….para darse un homenaje qué caray!
Para hacer pasta fresca no hace falta ni arte ni destreza, sólo ilusión y ganas. Además de ser la opción más natural y más sana.
Necesitamos 2 huevos grandes, mejor de gallinas felices, 200 g de harina, una cuchara de aove y una pizca de sal, amasarlo todo bien y dejarlo reposar en forma de bola media hora en la nevera.
Tomamos una porción de la bola y con un rodillo la estiramos mínimamente para que luego entre por la ranura de la máquina. El resto lo devolvemos a la nevera o lo usamos después.
Colocamos la máquina en la posición en que la ranura está lo más abierta posible y pasamos nuestra pasta aplanada. La Imperia la deja como si le hubiera pasado por encima una apisonadora; me encanta!
Luego reducimos el nivel de “aplastamiento” hasta conseguir una especie de “papiro” de la finura que nos de la gana; eso es lo que mola, que nos quede como nos apetezca, a nuestro gusto… absolutamente artesana.
Cuando hemos conseguido, a base de torturar nuestra pasta fresca a base de manivela, la apariencia que nos apetezca, pasamos a “hacerla trizas”… o sea…. en este caso espagueti.
Para ello me gusta cortar el final con un cuchillo y así cuelgan todos de la misma longitud. Espolvoreo un poco la masa con harina, si veo que en algún momento se me pega un poco a las manos, e introduzco la plancha de pasta por la ranura especial que está en el accesorio que va colocado del lado opuesto a la… “apisonadora” (fijados en las fotos que lo ilustran muy bien).
Si en alguna ocasión me meto en esta tarea teniendo los niños cerca no pueden evitar acercarse y participar. A veces incluso renuncio y les dejo hacerla hasta el final. Les chifla y no hay demasiado margen de error.
Hablo de niños de a partir de once años… es evidente que si están en fase de gateo no resultará una buena idea.
Luego hay que dejar secar la pasta para que no se pegue a la hora de la cocción. Se puede dejar colgada en el lugar que se nos ocurra y que esté a salvo de gamberradas; con una hora más que suficiente. Si lo vais a hacer como yo acostumbro.. encima de algún mueble, (hay accesiones especiales) mejor no esperar visitas a las que tener que dar explicaciones. Puede que no vuelvan jamás.
Luego la podemos recoger en un tupper hasta el momento de usarla (dura un par de días en la nevera) o incluso la podemos congelar para consumir otro día.
El sabor de la pasta fresca hecha en casa, así como su textura, es algo que no se puede explicar. Sí…, podemos experimentar algo parecido en un restaurante italiano de los de verdad; pero no será en ningún caso nuestra pasta ni la habremos hecho con nuestras manitas.
Es simplemente… otra historia.