Hace un par de días en pleno mes de julio y cuando había perdido toda esperanza, se hizo el verano! Como ya sabéis escribo desde el norte, ciento setenta kilómetros más arriba o más abajo… depende de la semana.
Y creedme que no ha habido forma de remojarme salvo cerrando el paraguas; vestida con camiseta y pantalón largo. Lo que ha llovido las primeras dos semanas de julio en San Sebastián no está escrito. Así que en mi dieta no han faltado los cocidos de garbanzos y alubias como si estuviéramos en abril.
Hay un plato de cuchara que me encanta; las verdinas con almejas y gambón que es típico de Asturias donde creo que ya os he contado que nací.
A falta de playa, no recuerdo que día, me puse a ordenar los cajones de la cocina. Los míos tienen vida propia y evolucionan según les da. Abrí uno de ellos y descubrí que las verdinas que había comprado hace unos meses habían recibido la visita de unas cebollas.
No sé por qué se habían salido de la saca en la que se encontraban y estaban celebrando por todo lo alto mi ausencia prolongada (ya sabéis que mi base de operaciones está en La Rioja).
También había alguna pinza de la ropa, un sobre de “Yatecomo” que no recuerdo haber comprado jamás, y unas galletas “Bonne Mamman” fuera de su caja, como si alguien las hubiera guardado con prisa.
Aquel armario era una juerga total. Encontré alguna cebolla en un estado francamente lamentable.
Después de recomponer el asunto y devolver las verdinas a su bolsita de tela, de la que se me habían escapado “las muy”, pensé que debía de hacer algo con ellas pero ya!
Ese día había salido el sol para fastidiar, porque tenía que grabar un video para Canal Cocina y el plan era cocinar, editar, y fotografiar….
Así fue como decidí emprender esta aventura de receta que es un plato de verano con un ingrediente más de invierno que de otra cosa y del que me siento bien orgullosa. Porque me ha salido la mar de resultón.
Las verdinas son unas alubias muy finas y exquisitas, algo caras, pero con lo que nos hemos ahorrado los del norte en crema solar …..
Por cierto, que ayer fui a la farmacia a comprar mi primera unidad. Esperaba encontrármela rebajada; ahora hay rebajas hasta en las cosas más insospechadas. Os acordáis cuando sólo era la ropa?… sí, por entonces solo había dos canales de televisión; la uno y la dos. Ahora ya es el despiporre y en las rebajas ni te cuento.
Pues me pareció la mar de gracioso que la oferta era un 3 por 2. Me quedé pensando en cual podía ser el público objetivo de esa oferta…. familias numerosas? personas ajenas a la operación bikini con gran extensión de piel para proteger del sol? Afortunados que se van a pasar una semana a Bali?
A los del norte con un tubo nos sirve para dos temporadas, y esa era una farmacia del norte. Así que sigo sin entender nada.
Ingredientes:
- 400 g de verdinas cocidas (200 antes de cocer).
- 100 g de espinacas.
- Langostinos a tutiplén.
- 2 dientes de ajo.
- 2 cucharadas de salsa Tahini (sésamo tostado triturado con aove).
- El zumo de medio limón.
- Un chorro de aceite de oliva virgen.
- Una cucharadita de comino.
- Pimentón dulce.
- Perejil.
- Sal y pimienta.
Preparación:
- Trituramos el sésamo tostado con el aove para obtener el Tahini ( 100 g y 25g respectivamente)
- Cocemos las espinacas en un poco de agua para obtener un agua verde.
- En el vaso de la batidora añadimos la verdinas, los dientes de ajo, el comino, el zumo de limón, un poco de aove, la pasta de sésamo y el agua de las espinacas en la cantidad que deseemos.
- Salpimentamos a gusto.
- Trituramos todo hasta obtener una pasta similar al guacamole en textura.
- La textura la controlamos con la medida de agua ( más para más líquida, y menos para más densa).
- Emplatamos y marcamos unas ondas concéntricas con ayuda de una cuchara.
- Decoramos con perejil, pimentón y aove.
- Servimos bien frío.
Un dip ideal para servir con langostinos en un guiño al tradicional plato de “verdinas con langostinos” o con gambón, pero en versión veraniega. Perfecto para las cenas con invitados de pie, en la terraza, copa en mano, bajo el cielo despejado, a la luz de la luna, y pensando en el chapuzón playero o piscinero del día siguiente.